martes, 8 de diciembre de 2009

Cuanto daño hace no Perdonar...

El tema del día era el resentimiento y el maestro nos había pedido que lleváramos papas y una bolsa de plástico. Ya en clase, elegimos una papa por cada persona que guardábamos resentimiento, escribimos su nombre en ella y la pusimos dentro de la bolsa. Algunas bolsas eran realmente pesadas.
El ejercicio consistía en que durante una semana lleváramos con nosotros a todos lados esa bolsa con papas. Naturalmente la condición de las papas se iba deteriorando con el tiempo, y el fastidio de acarrear esa bolsa en todo momento me mostró claramente el peso espiritual que cargaba a diario y cómo, mientras ponía mi atención en ella para no olvidarla en ningún lado, desatendía cosas que eran más importantes para mí.
Este ejercicio fue una gran lección sobre el precio que pagaba a diario por mantener el resentimiento por algo que ya había pasado y no podía cambiarse. Me di cuenta que cuando le daba mucha importancia a las promesas no cumplidas me llenaba de resentimiento, aumentaba mi stress, no dormía bien y mi atención se dispersaba. Perdonar y dejarlas ir me llenó de paz y calma.
La falta de perdón es como un veneno que tomamos a diario a gotas pero que finalmente nos termina envenenando. Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin darnos cuenta que los únicos beneficiados somos nosotros mismos.
El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo. El perdón se basa en la aceptación de lo que pasó. No significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes. No significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimó. Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor o enojo.
Si guardamos odio, rencor, o resentimiento por ofensas que hemos recibido, estamos perpetuando nuestro malestar y consumiéndonos, dejando de disfrutar el momento. Cada vez que recordamos cualquier episodio que nos causa dolor, dejamos de vivir el aquí y el ahora; dejamos de avanzar en nuestro desarrollo personal y peor aún, nos estancamos en nuestro crecimiento espiritual.
La falta de perdón puede disfrazarse con diferentes máscaras. Las personas a veces dicen con un tono de enojo que ya han perdonado ofensas pasadas, pero su amargura evidente las delata. La falta de perdón se puede alojar en tu corazón, y estar allí, escondida. Las siguientes preguntas te ayudarán a examinar tu corazón para ver si necesitas perdonar a alguien:
¿Esperas secretamente que alguien reciba lo que se merece?¿Todavía sigues hablando negativamente de esa persona a los demás?¿Te complaces con fantasías de venganza, incluso leves?¿Gastas tiempo pensando en lo que alguien te hizo?¿Cómo te sientes cuando le sucede algo bueno a esa persona?¿Has dejado de culpar a esa persona por la forma como afectó tu vida?¿Te resulta difícil ser abierto y confiado con las personas?¿Te enojas, te deprimes o te vuelves hostil con frecuencia?¿Encuentras difícil o imposible pedir bendición a Dios para quién te haofendido?
Siendo sinceros de corazón, podemos ejercitarnos en algunos pasos para lograr liberarnos de la carga que significa el rencor y liberar a la otra persona también.
Considera las circunstancias que pudo haber vivido la persona que te ofendió, para llegar a ser como es, o qué situación estaría viviendo para haber hecho lo que hizo, aun intencionalmente. Considera qué parte jugaste, o qué pudiste haber hecho para propiciar el incidente. Deja atrás el papel de víctima y continua con tu vida. Recuerda las cosas positivas y buenas que te unieron a esa persona, los ratos buenos y bellos que pasaste con ella, los momentos de amor, apoyo, consejo y comprensión mutuos. Pide al Señor que bendiga a esa persona, y que le muestre lo que hizo mal y se arrepienta.Libera a la persona con tu perdón. Así vas a liberarte a ti mismo por vivir en el presente, en el aquí y el ahora. Deseo de corazón que tu dejes que Dios haga su voluntad en tí, aceptes el perdón de Dios y puedas perdonar a tu prójimo, saludos y DTBG... Ele
“Si alguno ha causado tristeza, no me la ha causado sólo a mí; hasta cierto punto -y lo digo para no exagerar- se la ha causado a todos ustedes. Para él es suficiente el castigo que le impuso la mayoría. Más bien debieran perdonarlo y consolarlo para que no sea consumido por la excesiva tristeza. Por eso les ruego que reafirmen su amor hacia él. Con este propósito les escribí: para ver si pasan la prueba de la completa obediencia. A quien ustedes perdonen, yo también lo perdono. De hecho, si había algo que perdonar, lo he perdonado por consideración a ustedes en presencia de Cristo, para que Satanás no se aproveche de nosotros, pues no ignoramos sus artimañas” 2 Corintios 2: 5-11.

viernes, 4 de diciembre de 2009

El joven y el Paracaídas...

Un joven turista se encontraba en las playas de Cancún y era la primera vez que subiría en un paracaídas jalado por una lancha. Si conoces la playa, sabes que los lancheros prestan ese servicio, que consiste en que un paracaídas es amarrado por una cuerda a una lancha.
Entonces, la lancha inicia su recorrido mar adentro, con el turista sujeto al paracaídas con un arnés. Este corre con el paracaídas en la playa por unos instantes, hasta el momento en que el turista despega los pies del suelo, el paracaídas se eleva hasta el cielo y la persona junto con el.
Imagínate, el joven no sabía nadar y tenía las siguientes preguntas en su cabeza:
¿Qué pasará si la lancha me arrastra mar adentro, antes de que me eleve el paracaídas?
¿Qué tal si una vez en el cielo, me caigo de semejante altura?
A pesar del miedo, decidió actuar y confiar en la incertidumbre. Sabía que era una experiencia nueva y era natural tener miedo. Pero también sabía que la vida es eso, experiencias nuevas y que tenía que estar abierto ante la vida.
Se puso el arnés. Escuchó con nerviosismo las últimas indicaciones del instructor. “Ruuuuuum” se escuchó el sonido del motor de la lancha que iniciaba su recorrido al mar. El joven comenzó a caminar al principio y después a correr a medida que la velocidad aumentaba.
Y llegó el momento en que tuvo que pegar un salto para evitar caer al mar “¡Guuuuuaaaaaauuuuuu!” no lo podía creer, el paracaídas se elevó y en cuestión de segundos, estaba a muchos metros encima, viendo el mar y los hoteles de la ciudad, como si fueran casas de juguete. Y sintió paz.
“Qué emocionante, nunca me hubiera imaginado que sería tan fácil y divertido” y disfrutó de la hermosa vista desde el cielo.
¿Qué podemos aprender de este joven? Es natural tener miedo ante lo desconocido. La imaginación crea mil y un fantasmas pero son eso. Fantasmas. No existen en realidad y son auto-creados.
Mi pregunta es: ¿Cuántos de nosotros evitamos tener experiencias nuevas por temor a lo desconocido?
Aún más fuerte: ¿Cuántos miedos imaginarios has acumulado durante tu vida, que te han evitado experimentar cosas nuevas y ser feliz?
“Muchos sinsabores he tenido en la vida, la mayoría de los cuales nunca me han ocurrido”. Exacto. Si analizas tu vida a la luz del pasado, descubrirás que lo que más temes nunca pasó y cuando sucedió, resultó ser una experiencia única y placentera.
Te invito a que busques dentro de ti, aquello que has evitado hacer por mucho tiempo, por culpa de esos fantasmas imaginarios y lo hagas.
¿Y quién sabe? Quizás disfrutes de una hermosa vista del cielo, como el joven de la playa.

como dice la palabra de Dios en Josue 1:9 "Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas", Saludos Broter y sister, que tengas un excelente día...Ele